lunes, 31 de octubre de 2016

POEMAS DE MARIA ELENA RODRÍGUEZ CHÁVARRI



María Elena Rodríguez Chávarri (Miraflores, 1947), es una poeta que desde temprana edad se inclinó por el arte y la lectura. Estudió  Administración en la Universidad de Lima, en donde también integró el primer grupo de teatro de dicho centro de estudios destacándose como actriz. Además es pintora, y artesana de cerámica. Los versos que abarca la poesía de Rodríguez Chávarri son sumamente sugerentes y ligados a un entorno eminentemente personal a lo que suma su sensibilidad amorosa y un manejo hábil de la palabra. A continuación seleccionamos tres poemas incluidos en sus recientes publicaciones.



                 A MI HERMANO


Tu mirada de niño se fue tras la divina luz,
que está al final de las tinieblas.

Por qué no sentí el llanto de tu solitario corazón,
ni volaron los negros moscardones,
ni oí la guadaña preparando tu partida.

Cuándo tu hermosa alma renunció al regalo de
la vida, tal vez sabías que Él entendería,
compensando con su amor, el que no hallaste.

Ya el dolor no caminará con tus pasos,
ni la soledad cortará tu respiración.

Te contemplo y la paz de tu amado rostro,
me devuelve un poco de consuelo.

(De: Mi alma desnuda, poemas



      PELUDO CUATRO PATAS


Perro peludo
cuatro patas.
Mirada triste,
soledad llamándome.

Alfombra blanca
derramada sobre
elevación de tierra
Indiferencia al desamor.

Peludo sin ladrido,
lacerado por el frío.

Sueño cobijado por
el sol o las estrellas.
Hambre escondido con
dignidad y desafío.

Libre, sólo, callejero
y sin dueño. Que nadie
te nombre con un nombre.

Peludo, tu dolor me alcanza,
tu soledad me acompaña y
tu existencia enriquece
mi pobre alma.

(De: Palabra de mujer, narraciones y poemas catárticos)




          A LA MADRE CELESTIAL


Si el coraje  fuera oro, tú madre celestial
serías un ser de ese valioso metal

Si el amor fuera oxígeno,
tú podrías alimentar al mundo eternamente.

Si la virtud fuera alegría, los hombres,
tus hijos no tendrían sufrimientos

Si tu humildad fuera pan,
con que gozo nos sentaríamos a la mesa

Pero solo eres una sencilla mujer,
la más valiente y sufrida madre,

la que llevó en sus entrañas al Redentor,
la que desde el cielo ruega por nosotros

la santísima madre del género humano
y nosotros tus agradecidos hijos.

(De: Ojos de Luna, poemas)




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