viernes, 17 de febrero de 2017

GALERÍA DE LA TORTUGA ECUESTRE II

La tortuga ecuestre sigue caminando indesmayable de la mano de su director Gustavo Armijos. Estos son los últimos números editados:



viernes, 10 de febrero de 2017

ARTÍCULOS SOBRE GUSTAVO ARMIJOS



NUEVA POESIA PERUANA NOTAS SOBRE UN TROVADOR

Por Ricardo Gonzáles Vigil

Precedido de una actividad poética destacable (la publicación de la plaquette Retrato humano, en 1971, y la dirección de la infatigable La Tortuga Ecuestre, a partir de 1973, apareció hace unos meses Celebraciones de un Trovador (Lima, Edt. Ames, 1977, 93 pp) el primer libro de Gustavo Armijos (Piura, 1952). Fruto de varios años de exploraciones verbales, cernido de lecturas y cavilaciones sobre los tópicos más diversos de la cultura contemporánea, este poemario vertebra a través de un estilo sostenido y convergente atmósferas y anécdotas diversas, las cuales debidamente agrupadas en ocho secciones, constituyen las “celebraciones” que entona este trovador contemporáneo.El trovar de Armijos asimila fructíferamente la renovación introducida en la poesía peruana por los autores del 60 y 70 (para el caso, gestores de tendencia ininterrumpidas, y no hitos de supuestas “generaciones” diferentes o mucho menos contrapuestas), particularmente Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza y Mirko Lauer, por un lado, y Enrique Verástegui, por el otro. En este sentido, es nítida la impronta que ejerce la lírica de habla inglesa: desde el siglo XVIII de un Blake y el XIX de un Browning y un Hopkins, hasta el XX de un Eliot, un Pound o un Dylan Thomas, sin olvidar autores tan disímiles como el religioso Thomas Merton y el beatnik Allen Ginsberg (la misma referencia al trovador nos recuerda el interés de Pound por estos cantores medievales). Incluso la impronta de los grandes autores franceses de las “modernidad” estética (Baudelaire, Rimbaud, el grupo surrealista, fundamentalmente), reivindicada, vía César Moro, por el título de la revista La Tortuga Ecuestre, cede ante el ímpetu de las corrientes anglosajonas; aunque sería necesario reservar a Francia el dominio de las fuentes ideológicas de Armijos (revisiones del marxismo y el psicoanálisis, contribuciones estructuralistas, desarrollos de la semiótica, interés por el kitsch y los medios masivos de comunicación). Se diría que en nuestra época los trovadores de Francia requieren del lente transfigurador de U.S.A. e Inglaterra para ser más fieles a sus objetivos.La mezcla de elementos cultos y populares, muchas veces disonante y tensa, confirma la ubicación de Armijos dentro de la nueva poesía peruana. En Celebraciones de un Trovador (un trovador cultista con ademanes de juglar popularista) está al servicio de un impulso en cierto modo antitético. En una dirección, ilustra el ensanchamiento del lenguaje de la poesía que persiguen muchos escritores contemporáneos enmarcables dentro de alguna fórmula antipoética (negación o cuestionamiento del ejercicio poético, asunción de la cotidianeidad y el coloquio); ensanchamiento en el que Armijos se complace con acierto, aunque a veces en exceso. En otra vertiente, responde a una repulsa condenatoria de cuño cultista (el trovador fulmina al juglar que hay en Armijos), en la que los rasgos popularistas son desenmascarados como alienante masificación de la civilización actual, en oposición a la auténtica expresividad del pueblo.Sirva de muestra un texto clave: “Canción con estilo de latinista medieval” (pp 36-37). Ahí se deslinda entre el trovador Armijos y una cantante popular que debe ser Tania Libertad. Armijos se sitúa dentro del rumbo adecuado al arte, es decir el de índole cultista, desdeñando las convenciones de los productos masivos, pero, sin embargo, padece la atracción de estos últimos. “Yo libraré inútilmente otra lucha, poner en su sitio.."

LAS CELEBRACIONES
Por Manuel Pantigoso

Caminar entre humos y nieblas observando, recordando o “tensionando”, no es solo una forma de describir la postura física y mental del poeta Gustavo Armijos; las tres formas del tiempo existencial conforman también, una actitud que determina, en la intimidad del receptor, la función configuradora de su poética. La imagen de la ciudad como “proyección” penetra y muestra la resonancia interna, llegando a ser el símbolo que explica todas sus formalizaciones. La correspondencia última entre ciudad y mundo interior se da –siguiendo a Emil Staiger- a través de “lo dramático”, como “tensión” (Spannung) de la voluntad o “presentación” de las ideas, con solución en este caso suprarreal, en donde se advierten “lagartijas que suben hasta las paredes incalculables de la luz cotidiana, y frente a la cual “es mejor seguir escribiendo”, escuchándose en el espacio hasta obtener otro lustre.Lo dicho acontece en Celebraciones de un Trovador (Edit. Ames, 1977) en donde “mirando las vidrieras de la locura” el poeta “exalta” las repercusiones que la realidad (presente, pasado y futuro) le produce en el ánimo, hasta el pavor. Esta forma de oír sus propias pulsaciones, de mostrar sus recuerdos, sus obsesiones y abandonos, es la respuesta solitaria y vergonzante a un mundo que Armijos desecha con amargura y casi siempre con burla. La atmósfera de sus poemas tiene, a partir de sus distintas “bandas” o “lados” generalmente contradictorios por sus tonos, su propia síntesis dialéctica, el oscurecimiento psicológico. Hay algo así como un estado gaseoso –el propio cedazo- que finalmente cubre y hace uniforme las marcadas diferencias de la realidad o de la irrealidad conculcada, por donde este trajinante de mil faenas va con sus rabias y silencios, con sus sueños y naufragios, bebiendo a partir de ... visual, lo maravilloso o sobrenatural en la palabra, para zaherir y expresar a lo concreto. Este sabe ver y sabe sentir.......... “En general –y pienso- los antiguos peregrinaban en la pretina / de los carros, y corrían bajo los eucaliptos / untados en verano de resplandor / para recibir la brisa entre herrumbre de tranvía./ La enlatada luz de las calles reflejaba los rojos cuerpos / de los abuelos ermitaños” (“Notas de la imaginación brillante”).La radiografía de lo interior a partir de la aparición de las sensaciones e impresiones inmediatas es el mejor logro estético de este trovador que, pese a las diferentes voces que lo acechan, logra decantar su propia y original manera de decir a partir de un motivo que asocia sus correlaciones en el texto y contexto de “collage”. Otras distintas épocas y espacios se entrecruzan lugares y distancias, se desdoblan personajes, preguntas y respuestas dentro de un monólogo interior alucinante en donde hasta el tiempo, que no airea sino petrifica y estanca, es arrasado por los propios vientos y deglutido. A esa interioridad consagra la calidad real (lenguaje, intencionalmente grosero, en algunos casos y la realidad irreal –o irrealidad real- (lenguaje mágico con tendencia a lo maravilloso). Mucho en todo esto lo encontramos en “/365/ EL ROSTRO IMPLACABLE / y / o. EL GRAN ARCO IRIS”, uno de los trabajos mejor logrados y el más significativo de la manera de poetizar de Armijos: “Estoy en el primer día del año y recorrí miles de kilómetros golpeado por bigotes de gordos reyes / quería saber si podía llegar a la línea ecuatorial y los reyes / comían droga / en el estremecimiento de la purificación. / En la torre de Pisa, más allá, a la derecha encontré un huevo / de ladrillo / cuatro cucarachas que golpeaban / sobre la cabeza de Salvador Dalí / y enormes groseros roedores en el relámpago / de brincos / Pero estoy parado a la deriva en el cine Colón, encadenado / a la travesía de ruedas y calaveras”.Un rasgo estilístico, representativo de esa superposición de planos, es la constante utilización del polisíndeton. La reiteración de la conjunción “y” dramatiza la observación que se agolpan en la unidad abstracta de la psiquis. En la totalidad que se edifica con el desorden o anarquía de las partes, a nivel de una acezante relación interna. Después del fragmento ya citado de “Notas de la imaginación brillante” leemos lo siguiente: “Y así paseaban al costado de la pila de la plaza de Armas. / Y la pila seca & metálica les ofrecía su sándwich con hollín / de mejilla / El tiempo entorpecía como piel de carro manchado / y su horror más grande fueron las boticas / y las llamadas telefónicas diabólicas. / Y decían: los principios de la máquina / vomitan siglos de locura / con toneladas de avena, para los suicidas./ Y nuestros días son diferentes en muelles de la claridad / y los romances nuestros no tienen la dureza de un pellejo de tambor”. Pero también el polisíndeton, a nivel de una lectura específica de la cadena fónica, concentra la atención en cada una de las partes cuando éstas no han sido unidas por una lectura totalizadora. De esta manera podemos “ver” lo que muestra el poeta: “Y al momento de mi visita esgrimes estos sables”, “y el barandal de tu casa, “Y la noche cruje en tu ropero”, “Y gaviotas desvían tu beso del cielo hacia el final”. “Y el Rimac camina a dos orillas y un cauce”, “y tu espíritu puntiagudo resbala hacia las losetas” “y bulle algo en nuestras cabezas” “Y las campanas anuncian el ladrido”, “Y, detestamos el terrible ruido de las turbinas de un avión, “Y tus órganos genitales irán en busca de escaramuzas con / los míos” (“Lo que canta un pata de Althusser 2”) Con recortes conscientes e inconscientes se estructura el poema. En este “espacio reconstruido” la realidad prendida, arraigada, echa otras raíces, cautivas en el nuevo resplandor: “no han logrado arrebatarme este hato de versos que llevo prendidos a la solapa de mi condena”, “Y hasta la irrealidad donde resplandecen las anatomías de las mujeres están como colibríes prendidos de una rama”. Asfixiado por el medio Gustavo Armijos se venga haciendo salir los vapores de sus propios versos, “conversando” en la luz perpetua.
21/12/1977 El Comercio

LA POESIA DE GUSTAVO ARMIJOS
Iván Rodríguez Chávez

A través de la Editorial Ames, Gustavo Armijos, ha publicado su primer libro de poemas, con el título de Celebraciones de un Trovador, sobre la base de la selección que el propio autor ha hecho de toda su producción dispersa en periódicos, revistas literarias y textos inéditos.Esta entrega resulta sumamente meritoria porque significa la coronación de un ideal y de un esfuerzo de un joven poeta que no obstante sus 25 años de edad, persiste en la creación, divulgación y canalización de inquietudes literarias de otros valores como él, a través de la revista literaria “La Tortuga Ecuestre”.El libro de Armijos nos exhibe algunos valores que evidencian un estilo identificable entre los distintos integrantes de las últimas generaciones literarias del Perú, especialmente la del 70 a la cual pertenece el autor.Un rasgo fácil de apreciar es el carácter autobiográfico de sus composiciones. En casi toda su poesía está presente él como personaje inmerso en las vicisitudes de cada día.Ha escogido un tono confidencial, nostálgico, pero moderado, aunque sin carecer de expresiones enérgicas, descarnadas y hasta crudas; cuidándose a la vez, de no incurrir en el extremo opuesto de la vulgaridad injustificable, inoportuna y desubicada en su contexto.Fui arrojado hacia los corredores de su palacio, irrumpí en sus dominios y los profané. Mis únicas armas fueron Bifetamina 20 y Dexamil / fui infectado de miedos / el gallo cantó / los perros aullaban y subí por escaleras de espanto / que me condujeron hacia el trono del Señor / postrado ante él canté, canté.Forma parte del rasgo autobiográfico y el tono confidencial –que no es quejumbroso- usado por Armijos, la mujer. Trátase de una mujer concreta, aunque no individualizada; sufriente, víctimas de una estructura social que la suma en la explotación y el desamparo.En este aspecto Armijos se aleja del prototipo poético que siempre nos presenta la imagen de una mujer angelical pura, intocada y plena de virtudes. En cambio, la mujer en la poesía de Gustavo Armijos es un ente que llama a la sexualidad, la despierta y la realiza.Pero beberé el agua dormida en la playa de tu cuerpo / y si nadie se apiada de mí / llenaré mi corazón de silencio/. Subiendo a un barco en medio del Atlántico / sin timonel por complacerte o mirando una vaca medio muerta en el pasto / cerca de la montaña donde encuentro / astas de toro, pedazo de corteza, hierba arrasada por el agua.Las otras presencias en la poesía de Armijos, son el abandono, la soledad, la familia, los amigos y el ambiente dentro del cual se halla inserto, acentuando un afán de ubicación geográfica inmediata, cuya configuración responde al mundo de sus experiencias más que de sus ensoñaciones y deliquios.Fui un muchacho de corazón salvaje / Convertido en oso entre caras meditabundas / ¿Hasta qué instante podría consolarnos Ana Frank? / derretida como nuez entre los dedos de mi suegro.Y para él fue el borracho atropellado por la luz del patrullero / Y sin cantar en voz alta fui un muchacho de corazón salvaje que pagaba alquiler, luz agua y otra gabelas / Y me largué creyendo que la ciudad no tenía retamas ni la vigilia en el llanto de mi hijo.Me inclino porque el esfuerzo del poeta está logrado tanto en el rostro de los personajes: hombre y mujer humanizados más que divinizados, sumidos en sus afanes y padecimientos como en el nivel del lenguaje, cotidiano y prosaico. Ambos elementos, en conjunto, elevan el poemario a la categoría de un acertado testimonio de una época enfrascada en encontrar un nuevo tipo de vida aunque en el cambio hacia esa próxima aurora los personajes se dejan envolver por las fuerzas dominantes de un grupo social decadente.He caminado entre postes de uranio, completamente desnudo, gritando por un mundo mejor./ Es verdad, nunca pretendí un lugar en las fábricas, y mi hombro sin embargo estuvo deslizándose entre cantimploras infernales./ Estuve obsesionado por las semanas que pasé en hospicios de obsesión y abandono, no recordando un supermercado solitario y apócrifo, un suburbio industrial, los sótanos del sueño donde se acumulan historias cotidianas interrogándome al borde de los precipicios ¿soy la reencarnación de un sicótico del siglo XVIII?Celebraciones de un Trovador, por su tácita proyección al futuro, no únicamente significa una realización personal, sino un desafío y un llamado a la edificación de un pronto amanecer literario y social, que ya no se hace esperar.
En El Comercio, Lima miércoles 12/04/1978

CELEBRACIONES DE UN TROVADOR
Por Manuel Velázquez Rojas

La poesía inglesa ha marcado su influencia en las dos últimas décadas, a la joven poesía peruana. Gustavo Armijos con su primer libro Celebraciones de un Trovador, no es la excepción. Parece ser que, las sombras de Ezra Pound, T.S. Eliot y Williams Carlos Williams aún conservan las llaves del recinto de la poesía, y es necesario citarlos o imitarlos como peculiar tributo. Al respecto, considero que la búsqueda de motivos, temas o estructuras vertidas en la poesía de otras lenguas siempre será un ejercicio lícito con el fin de enriquecer nuestro idioma; pero, la influencia (texto en el texto) debe funcionar como las muletas o manos, de inicial apoyo, que debemos lanzar cuando hemos aprendido a caminar.Gustavo Armijos. Es joven, cuenta con 25 febreros, y su figura literaria se va perfilando en estos cuatro años. Desde 1973 publica y dirige la revista poética La Tortuga Ecuestre, que ocupa un lugar de honor entre las nuevas revistas dedicadas a la literatura de creación. Y es poeta. Vale decir, que su misión será contribuir a la creación de la eterna belleza, que es vida, a través del lenguaje. Si bien aún conserva en los poemas que presenta, reitero y aclaro, cierto tono y estructura sintáctica debidos a la influencia de la poesía inglesa; su léxico, temas y situaciones pertenecen a los registros populares peruanos. Predomina en algunos poemas la atmósfera neblinosa y los sentimientos que columbran las altas definiciones de la existencia. Armijos, rinde, en su poesía, un ya tradicional homenaje al centro de Lima. Nunca se ponderará lo suficiente a los bares, calles, personajes o escenas en la Plaza San Martín o La Colmena, como motivo de creación de la poesía y la narración contemporánea urbanas. El joven poeta piurano escapando del famoso centro, logra captar, en otros barrios, los elementos comunes y transformarlos en poesía.La mayor parte de los poemas de Armijos reflejan el eterno diálogo del autor con sus amigos, otros poetas, vivos unos, otros muertos; diálogo con la amada, que aparece como mujer tierna, o venal; y, diálogo con el paisaje que se le entrega con cierta hostilidad, que es vencida solamente con la magia de la palabra.Acompaña a los poemas un inteligente prólogo de Luis Hernán Ramírez.

LA INCÓGNITA DEL 70
Ricardo Gonzáles Vigil

Los poemarios de La Hoz y Armijos se inscriben dentro de la ya prestigiosa “Serie Poesía”, en la que Omar Ames ha logrado enlazar la calidad con la variedad de estilos (desde José Ruiz Rosas hasta Toro Montalvo, pasando por Nicolás Yerovi). Justamente los textos de La Hoz y Armijos ilustran ambos rasgos, ya que corresponden a orientaciones diversas de las lírica peruana actual.Aunque todavía los esfuerzos por caracterizar la poesía peruana joven (A. Escobar, J.M. Oviedo, Tamayo Vargas, básicamente) son demasiado tentativos –provisionales-, revisten innegable utilidad para comprender los nexos que existen entre La Hoz o Armijos y sus antecesores.En el prólogo a Primer incendio, Augusto Tamayo Vargas ha podido descubrir en La Hoz –con penetración y acierto- una “poética sencilla sin mayores artificios (...) un resurgimiento de la poesía sentimental”, de tal manera que se emparentaría con Enrique Peña, Rose, Calvo o Luis Hernández, y se distanciaría de las líneas dominantes desde mediados de 1960 y que ejemplificarían Antonio Cisneros y Rodolfo Hinostroza. En cambio, agregaríamos nosotros, Celebraciones de un Trovador de Armijos se encuentra mucho más cerca de dichas líneas dominantes, dentro de la que Tamayo Vargas califica como “los largos circunloquios de un capítulo de nuestra poesía”, “el raciocinio que se alarga en la esplendidez erudita”, “la crítica del poema abierto, donde se confunde lo más abstracto con lo más concreto. Donde se confunde lo más abstracto con lo más concreto de la vida diaria, lo indefinido y lo astronómico con la sordidez de un escenario que todos tratamos de destruir”.Lo expuesto nos lleva a emitir alguna reflexión sobre la “conciencia generacional” que parecen exhibir La Hoz (nacido en Lima, en 1949) y Armijos (Piura, 1952). Uno de los mejores poemas de Primer incendio empieza así: “Pero sucede que aquí estamos / Entre la barata y necesaria filosofía / Recorriendo bares, muslos sin nombre / Siendo una pantera que perdió su presa / Por mirar la del vecino / Aquí estamos sin asombro / -la mía es una generación abrumada. / Sosteniendo un buen vaso de licor / A media tarde / Soportando lo aprendido como una pierna rota” (p.43). Por su parte Celebraciones de un Trovador incluye uno de los textos claves para desentrañar los soterrados móviles que gobiernan a este trovador contemporáneo, del cual extraeremos algunos versos encadenándolos hacia su conclusión: “no es el momento para la alabanza / y/o la diatriba, ni caer en el jueguito absurdo / que ya otros cayeron y moran en la complacencia./ Es mejor vivir escribiendo que darle (Voz Sonido) a la palabra / porque el que ahora te escribe estos versos / será censurado por sus contemporáneos./ (...) como un estúpido tendré que escuchar LA CONTAMANINA / y escribir este poema que refleja todo el drama de una generación.” (pp. 36-37).A pesar de que los separa casi todo (el lenguaje, el tema, la conciencia social: La Hoz aguarda la batalla, Armijos la epifanía –la iluminación- a través de la palabra), los hermana el desencanto, el itinerario infernal en una ciudad (y una época) baldía, el sentirse inmersos en una generación que los asfixia y los consume (con sus leves facciones de “generación perdida”, de proyecto irrealizado). El problema es que carecemos de índices o parámetros para definir a esta generación: ¿se trata de la tan socorrida “Generación del 70” (que tratan de asir, además de varios críticos, los grupos poéticos más diversos, desde Hora Zero hasta La Sagrada Familia-)? Pero, entonces, cabría preguntarse si nuestra experiencia cultural es tan compleja y cuantiosa como para que cada 10 ó 20 años brote una nueva hornada de talentosos escritores que cuestionen nuestra tradición y propongan rumbos inéditos. Y si no se quiere otorgar al término “generación” todo el peso que algunos teóricos alemanes y españoles le han conferido, tornándolo un sinónimo pomposo de “promoción” o “década”, tendríamos empero que admitir la multiplicidad de tendencias que operan dentro de una “generación” y sus imprevisibles vasos comunicantes con las “generaciones” precedentes; con lo cual probablemente no hemos hecho otra cosa que embrollar los deslindes ya de por sí borrosas e inexactos de las “generaciones”, y, en todo caso, reclamar un enfoque diferente.
En Suplemento dominical de El Comercio. Lima, 7 de agosto de 1977.

GUSTAVO ARMIJOS Y “CELEBRACIONES DE UN TROVADOR”RESONANCIAS POPULARES DE UN NUEVO LENGUAJE
Por Alberto Piérola

Al amparo de sus años de poeta y afirmando la tarea que iniciara a fines de la década del 60 al publicar no sin timidez y como se acostumbra hacerlo en nuestro país en las trajinadas plaquetas que para entonces titulara “Retrato Humano”, Gustavo Armijos tiene hoy, lo que sería su primer libro “Celebraciones de un trovador”. Libro decantado de poemas que fueron dándose en revistas y diarios también libro que tiene material inédito.Durante los años iniciales de esta década fue delineándose la forma poética a la que él nos invita, forma en donde al paso del análisis que los peruanos hacemos en la necesidad de determinar marcos que sirvan de ejemplo, si el término vale, nos obliga a pensar que el habla imaginativa, la denuncia, el sentimiento amoroso , la soledad y su inmediato espejo de la realidad constituyen el mundo precedente de Armijos al que adiciona su propia experiencia vital, que en la apertura hacia poetas ingleses asienta, fija, o inicia con este libro.Los poemas van sucediéndose en el país mientras funda la revista “La Tortuga Ecuestre” que dirige todavía y que sirve de “podium” a poetas constantes y poetas que aún cuando no se sabe de ellos suponemos siguen escribiendo.El mundo anterior a Armijos, el surgimiento de voces poéticas con una más atrevida y no irresponsable, aunque hayan desastrosos personajes, los viajes de trabajo que lo llevan a conocer casi toda Sudamérica, su bohemia piurana transnochada, sus empleos en las crónicas deportivas, apasionante de veras, su persistente insistencia en la enseñanza, su convivencia con lo popular y su oculta preferencia por la erudición se yuxtaponen en el abrazo de su sensibilidad, para ofrecer estos versos que ahora celebramos. La generación del 70, casi definida con escasos representantes como la procedente, a pesar de haber tenido una cantidad asombrosa de gente que públicamente inicia la travesía poética con tímidos recitales, en cafés para pasar posteriormente a las universidades, sindicatos, agruparse en bares donde las lecturas se complicitan en “sí hermano”, tiene en Gustavo Armijos a uno de sus más genuinos y constantes representantes que aun cuando no es apresurado decirlo, el balance que empieza a realizarse en afán de añadir a partir de esto los ciclos del cuestionamiento tan útiles como peligrosos habida cuenta de gente teórica, subrepticiamente metida entre los poetas reclamando para sus propios molinos las aguas de su preocupación no precisamente poética, la sindica como uno de los más comprometidos con su tiempo y su vocación.“Celebraciones de un trovador” es un libro que se aloja del lirismo dulzón que ya en la década anterior se abandonaba, lirismo que durante años la poesía española que tuvo buenos representantes afincados entre nosotros como un remedio para lo citadino, a la época del movimiento capitalista que hoy vivimos descarnadamente. Es un libro que no juega con la imagen por ser mera forma de presentación simpática o atractiva y que se esfuerza por el contrario en darle a ésta la cantidad suficiente de coraje y sentimiento de abandono en su todo denunciante que el lector se desconcierta pues las imágenes en un sinnúmero de veces gozan, en su propia independencia, en mostrar ese sentimiento trágico y humano que es el poetizar en medio de un universo que Armijos representa. No es la palabra por la imagen, ni la imagen por la imagen misma. Es el resumen de un afecto y de un espíritu que lo recibe. Lo recibe y lo lanza equilibrando el lenguaje popular y el lenguaje culto hacia una cernidera donde el lector encontrará no sin sorpresa las cosas que viéndolas no ha podido hallarlas tan armónicamente imaginadas. No es precisamente el ritmo lento, dulce, triste. Es una poesía de denuncia y optimista o una poesía optimista y de denuncia.Lo descarnado no mutila el sentimiento de esperanza. Se asoma a la divinidad de los versos la esperanza de hallar eco en el lector más próximo, más hermano. Su lenguaje puede desarmar al lector, pues aparece como una banalidad la utilización de recursos y nombres sofisticados y apoltronados de este sistema que goza con Berry White el del amor ilimitado y con la clasificación nuestra para el 78 que nos hará enfrentar a los checos, alemanes y austriacos. El lector, y esto no es una guía, aunque lo sea, apresará todos estos términos en una clara sensación de complicidad con las imágenes y verdades, para usar un vocablo más que inocente, desconocido, y repetirá todo ese esfuerzo de Armijos por vivir en el drama y por el drama de toda esta generación.“Celebraciones de un Trovador”, no es sino la huella del aporte; muestra generoso de un espíritu combativo, tenaz, preocupado y testimonio optimista al tiempo que sísmico que trova en el alucinante reino de su cotidianeidad docente, filial, trabajadora y bohemia.
En El Comercio, Lima, viernes 14 de octubre de 1977.