Por Ricardo
Gonzáles Vigil
Precedido de una actividad poética destacable (la
publicación de la plaquette Retrato humano, en 1971, y la dirección de la
infatigable La Tortuga Ecuestre, a partir de 1973, apareció hace unos meses
Celebraciones de un Trovador (Lima, Edt. Ames, 1977, 93 pp) el primer libro de
Gustavo Armijos (Piura, 1952). Fruto de varios años de exploraciones verbales,
cernido de lecturas y cavilaciones sobre los tópicos más diversos de la cultura
contemporánea, este poemario vertebra a través de un estilo sostenido y
convergente atmósferas y anécdotas diversas, las cuales debidamente agrupadas
en ocho secciones, constituyen las “celebraciones” que entona este trovador
contemporáneo.El trovar de Armijos asimila fructíferamente la renovación
introducida en la poesía peruana por los autores del 60 y 70 (para el caso,
gestores de tendencia ininterrumpidas, y no hitos de supuestas “generaciones”
diferentes o mucho menos contrapuestas), particularmente Antonio Cisneros,
Rodolfo Hinostroza y Mirko Lauer, por un lado, y Enrique Verástegui, por el
otro. En este sentido, es nítida la impronta que ejerce la lírica de habla
inglesa: desde el siglo XVIII de un Blake y el XIX de un Browning y un Hopkins,
hasta el XX de un Eliot, un Pound o un Dylan Thomas, sin olvidar autores tan
disímiles como el religioso Thomas Merton y el beatnik Allen Ginsberg (la misma
referencia al trovador nos recuerda el interés de Pound por estos cantores
medievales). Incluso la impronta de los grandes autores franceses de las
“modernidad” estética (Baudelaire, Rimbaud, el grupo surrealista,
fundamentalmente), reivindicada, vía César Moro, por el título de la revista La
Tortuga Ecuestre, cede ante el ímpetu de las corrientes anglosajonas; aunque
sería necesario reservar a Francia el dominio de las fuentes ideológicas de
Armijos (revisiones del marxismo y el psicoanálisis, contribuciones
estructuralistas, desarrollos de la semiótica, interés por el kitsch y los
medios masivos de comunicación). Se diría que en nuestra época los trovadores
de Francia requieren del lente transfigurador de U.S.A. e Inglaterra para ser
más fieles a sus objetivos.La mezcla de elementos cultos y populares, muchas
veces disonante y tensa, confirma la ubicación de Armijos dentro de la nueva
poesía peruana. En Celebraciones de un Trovador (un trovador cultista con
ademanes de juglar popularista) está al servicio de un impulso en cierto modo
antitético. En una dirección, ilustra el ensanchamiento del lenguaje de la poesía
que persiguen muchos escritores contemporáneos enmarcables dentro de alguna
fórmula antipoética (negación o cuestionamiento del ejercicio poético, asunción
de la cotidianeidad y el coloquio); ensanchamiento en el que Armijos se
complace con acierto, aunque a veces en exceso. En otra vertiente, responde a
una repulsa condenatoria de cuño cultista (el trovador fulmina al juglar que
hay en Armijos), en la que los rasgos popularistas son desenmascarados como
alienante masificación de la civilización actual, en oposición a la auténtica
expresividad del pueblo.Sirva de muestra un texto clave: “Canción con estilo de
latinista medieval” (pp 36-37). Ahí se deslinda entre el trovador Armijos y una
cantante popular que debe ser Tania Libertad. Armijos se sitúa dentro del rumbo
adecuado al arte, es decir el de índole cultista, desdeñando las convenciones
de los productos masivos, pero, sin embargo, padece la atracción de estos
últimos. “Yo libraré inútilmente otra lucha, poner en su sitio.."
LAS
CELEBRACIONES
Por Manuel
Pantigoso
Caminar entre humos y nieblas observando,
recordando o “tensionando”, no es solo una forma de describir la postura física
y mental del poeta Gustavo Armijos; las tres formas del tiempo existencial
conforman también, una actitud que determina, en la intimidad del receptor, la
función configuradora de su poética. La imagen de la ciudad como “proyección”
penetra y muestra la resonancia interna, llegando a ser el símbolo que explica
todas sus formalizaciones. La correspondencia última entre ciudad y mundo
interior se da –siguiendo a Emil Staiger- a través de “lo dramático”, como
“tensión” (Spannung) de la voluntad o “presentación” de las ideas, con solución
en este caso suprarreal, en donde se advierten “lagartijas que suben hasta las
paredes incalculables de la luz cotidiana, y frente a la cual “es mejor seguir
escribiendo”, escuchándose en el espacio hasta obtener otro lustre.Lo dicho
acontece en Celebraciones de un Trovador (Edit. Ames, 1977) en donde “mirando
las vidrieras de la locura” el poeta “exalta” las repercusiones que la realidad
(presente, pasado y futuro) le produce en el ánimo, hasta el pavor. Esta forma
de oír sus propias pulsaciones, de mostrar sus recuerdos, sus obsesiones y
abandonos, es la respuesta solitaria y vergonzante a un mundo que Armijos
desecha con amargura y casi siempre con burla. La atmósfera de sus poemas
tiene, a partir de sus distintas “bandas” o “lados” generalmente
contradictorios por sus tonos, su propia síntesis dialéctica, el oscurecimiento
psicológico. Hay algo así como un estado gaseoso –el propio cedazo- que
finalmente cubre y hace uniforme las marcadas diferencias de la realidad o de
la irrealidad conculcada, por donde este trajinante de mil faenas va con sus
rabias y silencios, con sus sueños y naufragios, bebiendo a partir de ...
visual, lo maravilloso o sobrenatural en la palabra, para zaherir y expresar a
lo concreto. Este sabe ver y sabe sentir.......... “En general –y pienso- los
antiguos peregrinaban en la pretina / de los carros, y corrían bajo los eucaliptos
/ untados en verano de resplandor / para recibir la brisa entre herrumbre de
tranvía./ La enlatada luz de las calles reflejaba los rojos cuerpos / de los
abuelos ermitaños” (“Notas de la imaginación brillante”).La radiografía de lo
interior a partir de la aparición de las sensaciones e impresiones inmediatas
es el mejor logro estético de este trovador que, pese a las diferentes voces
que lo acechan, logra decantar su propia y original manera de decir a partir de
un motivo que asocia sus correlaciones en el texto y contexto de “collage”.
Otras distintas épocas y espacios se entrecruzan lugares y distancias, se
desdoblan personajes, preguntas y respuestas dentro de un monólogo interior
alucinante en donde hasta el tiempo, que no airea sino petrifica y estanca, es
arrasado por los propios vientos y deglutido. A esa interioridad consagra la
calidad real (lenguaje, intencionalmente grosero, en algunos casos y la
realidad irreal –o irrealidad real- (lenguaje mágico con tendencia a lo
maravilloso). Mucho en todo esto lo encontramos en “/365/ EL ROSTRO IMPLACABLE
/ y / o. EL GRAN ARCO IRIS”, uno de los trabajos mejor logrados y el más
significativo de la manera de poetizar de Armijos: “Estoy en el primer día del
año y recorrí miles de kilómetros golpeado por bigotes de gordos reyes / quería
saber si podía llegar a la línea ecuatorial y los reyes / comían droga / en el
estremecimiento de la purificación. / En la torre de Pisa, más allá, a la
derecha encontré un huevo / de ladrillo / cuatro cucarachas que golpeaban /
sobre la cabeza de Salvador Dalí / y enormes groseros roedores en el relámpago
/ de brincos / Pero estoy parado a la deriva en el cine Colón, encadenado / a
la travesía de ruedas y calaveras”.Un rasgo estilístico, representativo de esa
superposición de planos, es la constante utilización del polisíndeton. La
reiteración de la conjunción “y” dramatiza la observación que se agolpan en la
unidad abstracta de la psiquis. En la totalidad que se edifica con el desorden
o anarquía de las partes, a nivel de una acezante relación interna. Después del
fragmento ya citado de “Notas de la imaginación brillante” leemos lo siguiente:
“Y así paseaban al costado de la pila de la plaza de Armas. / Y la pila seca
& metálica les ofrecía su sándwich con hollín / de mejilla / El tiempo
entorpecía como piel de carro manchado / y su horror más grande fueron las
boticas / y las llamadas telefónicas diabólicas. / Y decían: los principios de
la máquina / vomitan siglos de locura / con toneladas de avena, para los
suicidas./ Y nuestros días son diferentes en muelles de la claridad / y los
romances nuestros no tienen la dureza de un pellejo de tambor”. Pero también el
polisíndeton, a nivel de una lectura específica de la cadena fónica, concentra
la atención en cada una de las partes cuando éstas no han sido unidas por una
lectura totalizadora. De esta manera podemos “ver” lo que muestra el poeta: “Y
al momento de mi visita esgrimes estos sables”, “y el barandal de tu casa, “Y
la noche cruje en tu ropero”, “Y gaviotas desvían tu beso del cielo hacia el
final”. “Y el Rimac camina a dos orillas y un cauce”, “y tu espíritu puntiagudo
resbala hacia las losetas” “y bulle algo en nuestras cabezas” “Y las campanas
anuncian el ladrido”, “Y, detestamos el terrible ruido de las turbinas de un
avión, “Y tus órganos genitales irán en busca de escaramuzas con / los míos”
(“Lo que canta un pata de Althusser 2”) Con recortes conscientes e
inconscientes se estructura el poema. En este “espacio reconstruido” la
realidad prendida, arraigada, echa otras raíces, cautivas en el nuevo
resplandor: “no han logrado arrebatarme este hato de versos que llevo prendidos
a la solapa de mi condena”, “Y hasta la irrealidad donde resplandecen las
anatomías de las mujeres están como colibríes prendidos de una rama”. Asfixiado
por el medio Gustavo Armijos se venga haciendo salir los vapores de sus propios
versos, “conversando” en la luz perpetua.
21/12/1977 El Comercio
LA POESIA DE
GUSTAVO ARMIJOS
Iván
Rodríguez Chávez
A través de la Editorial Ames, Gustavo Armijos, ha
publicado su primer libro de poemas, con el título de Celebraciones de un
Trovador, sobre la base de la selección que el propio autor ha hecho de toda su
producción dispersa en periódicos, revistas literarias y textos inéditos.Esta
entrega resulta sumamente meritoria porque significa la coronación de un ideal
y de un esfuerzo de un joven poeta que no obstante sus 25 años de edad,
persiste en la creación, divulgación y canalización de inquietudes literarias
de otros valores como él, a través de la revista literaria “La Tortuga
Ecuestre”.El libro de Armijos nos exhibe algunos valores que evidencian un
estilo identificable entre los distintos integrantes de las últimas
generaciones literarias del Perú, especialmente la del 70 a la cual pertenece
el autor.Un rasgo fácil de apreciar es el carácter autobiográfico de sus
composiciones. En casi toda su poesía está presente él como personaje inmerso
en las vicisitudes de cada día.Ha escogido un tono confidencial, nostálgico,
pero moderado, aunque sin carecer de expresiones enérgicas, descarnadas y hasta
crudas; cuidándose a la vez, de no incurrir en el extremo opuesto de la
vulgaridad injustificable, inoportuna y desubicada en su contexto.Fui arrojado
hacia los corredores de su palacio, irrumpí en sus dominios y los profané. Mis
únicas armas fueron Bifetamina 20 y Dexamil / fui infectado de miedos / el
gallo cantó / los perros aullaban y subí por escaleras de espanto / que me
condujeron hacia el trono del Señor / postrado ante él canté, canté.Forma parte
del rasgo autobiográfico y el tono confidencial –que no es quejumbroso- usado
por Armijos, la mujer. Trátase de una mujer concreta, aunque no
individualizada; sufriente, víctimas de una estructura social que la suma en la
explotación y el desamparo.En este aspecto Armijos se aleja del prototipo
poético que siempre nos presenta la imagen de una mujer angelical pura,
intocada y plena de virtudes. En cambio, la mujer en la poesía de Gustavo
Armijos es un ente que llama a la sexualidad, la despierta y la realiza.Pero
beberé el agua dormida en la playa de tu cuerpo / y si nadie se apiada de mí /
llenaré mi corazón de silencio/. Subiendo a un barco en medio del Atlántico /
sin timonel por complacerte o mirando una vaca medio muerta en el pasto / cerca
de la montaña donde encuentro / astas de toro, pedazo de corteza, hierba
arrasada por el agua.Las otras presencias en la poesía de Armijos, son el
abandono, la soledad, la familia, los amigos y el ambiente dentro del cual se
halla inserto, acentuando un afán de ubicación geográfica inmediata, cuya
configuración responde al mundo de sus experiencias más que de sus ensoñaciones
y deliquios.Fui un muchacho de corazón salvaje / Convertido en oso entre caras
meditabundas / ¿Hasta qué instante podría consolarnos Ana Frank? / derretida
como nuez entre los dedos de mi suegro.Y para él fue el borracho atropellado
por la luz del patrullero / Y sin cantar en voz alta fui un muchacho de corazón
salvaje que pagaba alquiler, luz agua y otra gabelas / Y me largué creyendo que
la ciudad no tenía retamas ni la vigilia en el llanto de mi hijo.Me inclino
porque el esfuerzo del poeta está logrado tanto en el rostro de los personajes:
hombre y mujer humanizados más que divinizados, sumidos en sus afanes y
padecimientos como en el nivel del lenguaje, cotidiano y prosaico. Ambos
elementos, en conjunto, elevan el poemario a la categoría de un acertado
testimonio de una época enfrascada en encontrar un nuevo tipo de vida aunque en
el cambio hacia esa próxima aurora los personajes se dejan envolver por las
fuerzas dominantes de un grupo social decadente.He caminado entre postes de
uranio, completamente desnudo, gritando por un mundo mejor./ Es verdad, nunca
pretendí un lugar en las fábricas, y mi hombro sin embargo estuvo deslizándose
entre cantimploras infernales./ Estuve obsesionado por las semanas que pasé en
hospicios de obsesión y abandono, no recordando un supermercado solitario y
apócrifo, un suburbio industrial, los sótanos del sueño donde se acumulan
historias cotidianas interrogándome al borde de los precipicios ¿soy la
reencarnación de un sicótico del siglo XVIII?Celebraciones de un Trovador, por
su tácita proyección al futuro, no únicamente significa una realización
personal, sino un desafío y un llamado a la edificación de un pronto amanecer
literario y social, que ya no se hace esperar.
En El Comercio, Lima miércoles 12/04/1978
CELEBRACIONES
DE UN TROVADOR
Por Manuel
Velázquez Rojas
La poesía inglesa ha marcado su influencia en las
dos últimas décadas, a la joven poesía peruana. Gustavo Armijos con su primer
libro Celebraciones de un Trovador, no es la excepción. Parece ser que, las
sombras de Ezra Pound, T.S. Eliot y Williams Carlos Williams aún conservan las
llaves del recinto de la poesía, y es necesario citarlos o imitarlos como
peculiar tributo. Al respecto, considero que la búsqueda de motivos, temas o
estructuras vertidas en la poesía de otras lenguas siempre será un ejercicio
lícito con el fin de enriquecer nuestro idioma; pero, la influencia (texto en
el texto) debe funcionar como las muletas o manos, de inicial apoyo, que
debemos lanzar cuando hemos aprendido a caminar.Gustavo Armijos. Es joven,
cuenta con 25 febreros, y su figura literaria se va perfilando en estos cuatro
años. Desde 1973 publica y dirige la revista poética La Tortuga Ecuestre, que ocupa
un lugar de honor entre las nuevas revistas dedicadas a la literatura de
creación. Y es poeta. Vale decir, que su misión será contribuir a la creación
de la eterna belleza, que es vida, a través del lenguaje. Si bien aún conserva
en los poemas que presenta, reitero y aclaro, cierto tono y estructura
sintáctica debidos a la influencia de la poesía inglesa; su léxico, temas y
situaciones pertenecen a los registros populares peruanos. Predomina en algunos
poemas la atmósfera neblinosa y los sentimientos que columbran las altas
definiciones de la existencia. Armijos, rinde, en su poesía, un ya tradicional
homenaje al centro de Lima. Nunca se ponderará lo suficiente a los bares,
calles, personajes o escenas en la Plaza San Martín o La Colmena, como motivo de
creación de la poesía y la narración contemporánea urbanas. El joven poeta
piurano escapando del famoso centro, logra captar, en otros barrios, los
elementos comunes y transformarlos en poesía.La mayor parte de los poemas de
Armijos reflejan el eterno diálogo del autor con sus amigos, otros poetas,
vivos unos, otros muertos; diálogo con la amada, que aparece como mujer tierna,
o venal; y, diálogo con el paisaje que se le entrega con cierta hostilidad, que
es vencida solamente con la magia de la palabra.Acompaña a los poemas un
inteligente prólogo de Luis Hernán Ramírez.
LA INCÓGNITA
DEL 70
Ricardo
Gonzáles Vigil
Los poemarios de La Hoz y Armijos se inscriben
dentro de la ya prestigiosa “Serie Poesía”, en la que Omar Ames ha logrado
enlazar la calidad con la variedad de estilos (desde José Ruiz Rosas hasta Toro
Montalvo, pasando por Nicolás Yerovi). Justamente los textos de La Hoz y
Armijos ilustran ambos rasgos, ya que corresponden a orientaciones diversas de
las lírica peruana actual.Aunque todavía los esfuerzos por caracterizar la
poesía peruana joven (A. Escobar, J.M. Oviedo, Tamayo Vargas, básicamente) son
demasiado tentativos –provisionales-, revisten innegable utilidad para
comprender los nexos que existen entre La Hoz o Armijos y sus antecesores.En el
prólogo a Primer incendio, Augusto Tamayo Vargas ha podido descubrir en La Hoz
–con penetración y acierto- una “poética sencilla sin mayores artificios (...)
un resurgimiento de la poesía sentimental”, de tal manera que se emparentaría
con Enrique Peña, Rose, Calvo o Luis Hernández, y se distanciaría de las líneas
dominantes desde mediados de 1960 y que ejemplificarían Antonio Cisneros y
Rodolfo Hinostroza. En cambio, agregaríamos nosotros, Celebraciones de un
Trovador de Armijos se encuentra mucho más cerca de dichas líneas dominantes,
dentro de la que Tamayo Vargas califica como “los largos circunloquios de un
capítulo de nuestra poesía”, “el raciocinio que se alarga en la esplendidez
erudita”, “la crítica del poema abierto, donde se confunde lo más abstracto con
lo más concreto. Donde se confunde lo más abstracto con lo más concreto de la
vida diaria, lo indefinido y lo astronómico con la sordidez de un escenario que
todos tratamos de destruir”.Lo expuesto nos lleva a emitir alguna reflexión
sobre la “conciencia generacional” que parecen exhibir La Hoz (nacido en Lima,
en 1949) y Armijos (Piura, 1952). Uno de los mejores poemas de Primer incendio
empieza así: “Pero sucede que aquí estamos / Entre la barata y necesaria
filosofía / Recorriendo bares, muslos sin nombre / Siendo una pantera que
perdió su presa / Por mirar la del vecino / Aquí estamos sin asombro / -la mía
es una generación abrumada. / Sosteniendo un buen vaso de licor / A media tarde
/ Soportando lo aprendido como una pierna rota” (p.43). Por su parte
Celebraciones de un Trovador incluye uno de los textos claves para desentrañar
los soterrados móviles que gobiernan a este trovador contemporáneo, del cual
extraeremos algunos versos encadenándolos hacia su conclusión: “no es el
momento para la alabanza / y/o la diatriba, ni caer en el jueguito absurdo /
que ya otros cayeron y moran en la complacencia./ Es mejor vivir escribiendo
que darle (Voz Sonido) a la palabra / porque el que ahora te escribe estos
versos / será censurado por sus contemporáneos./ (...) como un estúpido tendré
que escuchar LA CONTAMANINA / y escribir este poema que refleja todo el drama
de una generación.” (pp. 36-37).A pesar de que los separa casi todo (el
lenguaje, el tema, la conciencia social: La Hoz aguarda la batalla, Armijos la
epifanía –la iluminación- a través de la palabra), los hermana el desencanto,
el itinerario infernal en una ciudad (y una época) baldía, el sentirse inmersos
en una generación que los asfixia y los consume (con sus leves facciones de
“generación perdida”, de proyecto irrealizado). El problema es que carecemos de
índices o parámetros para definir a esta generación: ¿se trata de la tan
socorrida “Generación del 70” (que tratan de asir, además de varios críticos,
los grupos poéticos más diversos, desde Hora Zero hasta La Sagrada Familia-)?
Pero, entonces, cabría preguntarse si nuestra experiencia cultural es tan
compleja y cuantiosa como para que cada 10 ó 20 años brote una nueva hornada de
talentosos escritores que cuestionen nuestra tradición y propongan rumbos
inéditos. Y si no se quiere otorgar al término “generación” todo el peso que
algunos teóricos alemanes y españoles le han conferido, tornándolo un sinónimo
pomposo de “promoción” o “década”, tendríamos empero que admitir la
multiplicidad de tendencias que operan dentro de una “generación” y sus
imprevisibles vasos comunicantes con las “generaciones” precedentes; con lo
cual probablemente no hemos hecho otra cosa que embrollar los deslindes ya de
por sí borrosas e inexactos de las “generaciones”, y, en todo caso, reclamar un
enfoque diferente.
En Suplemento dominical de El Comercio. Lima, 7 de
agosto de 1977.
GUSTAVO
ARMIJOS Y “CELEBRACIONES DE UN TROVADOR”RESONANCIAS POPULARES DE UN NUEVO
LENGUAJE
Por Alberto
Piérola
Al amparo de sus años de poeta y afirmando la tarea
que iniciara a fines de la década del 60 al publicar no sin timidez y como se
acostumbra hacerlo en nuestro país en las trajinadas plaquetas que para
entonces titulara “Retrato Humano”, Gustavo Armijos tiene hoy, lo que sería su
primer libro “Celebraciones de un trovador”. Libro decantado de poemas que
fueron dándose en revistas y diarios también libro que tiene material
inédito.Durante los años iniciales de esta década fue delineándose la forma
poética a la que él nos invita, forma en donde al paso del análisis que los
peruanos hacemos en la necesidad de determinar marcos que sirvan de ejemplo, si
el término vale, nos obliga a pensar que el habla imaginativa, la denuncia, el
sentimiento amoroso , la soledad y su inmediato espejo de la realidad
constituyen el mundo precedente de Armijos al que adiciona su propia
experiencia vital, que en la apertura hacia poetas ingleses asienta, fija, o
inicia con este libro.Los poemas van sucediéndose en el país mientras funda la
revista “La Tortuga Ecuestre” que dirige todavía y que sirve de “podium” a
poetas constantes y poetas que aún cuando no se sabe de ellos suponemos siguen
escribiendo.El mundo anterior a Armijos, el surgimiento de voces poéticas con
una más atrevida y no irresponsable, aunque hayan desastrosos personajes, los
viajes de trabajo que lo llevan a conocer casi toda Sudamérica, su bohemia
piurana transnochada, sus empleos en las crónicas deportivas, apasionante de
veras, su persistente insistencia en la enseñanza, su convivencia con lo popular
y su oculta preferencia por la erudición se yuxtaponen en el abrazo de su
sensibilidad, para ofrecer estos versos que ahora celebramos. La generación del
70, casi definida con escasos representantes como la procedente, a pesar de
haber tenido una cantidad asombrosa de gente que públicamente inicia la
travesía poética con tímidos recitales, en cafés para pasar posteriormente a
las universidades, sindicatos, agruparse en bares donde las lecturas se
complicitan en “sí hermano”, tiene en Gustavo Armijos a uno de sus más genuinos
y constantes representantes que aun cuando no es apresurado decirlo, el balance
que empieza a realizarse en afán de añadir a partir de esto los ciclos del
cuestionamiento tan útiles como peligrosos habida cuenta de gente teórica, subrepticiamente
metida entre los poetas reclamando para sus propios molinos las aguas de su
preocupación no precisamente poética, la sindica como uno de los más
comprometidos con su tiempo y su vocación.“Celebraciones de un trovador” es un
libro que se aloja del lirismo dulzón que ya en la década anterior se
abandonaba, lirismo que durante años la poesía española que tuvo buenos
representantes afincados entre nosotros como un remedio para lo citadino, a la
época del movimiento capitalista que hoy vivimos descarnadamente. Es un libro
que no juega con la imagen por ser mera forma de presentación simpática o
atractiva y que se esfuerza por el contrario en darle a ésta la cantidad
suficiente de coraje y sentimiento de abandono en su todo denunciante que el
lector se desconcierta pues las imágenes en un sinnúmero de veces gozan, en su
propia independencia, en mostrar ese sentimiento trágico y humano que es el
poetizar en medio de un universo que Armijos representa. No es la palabra por
la imagen, ni la imagen por la imagen misma. Es el resumen de un afecto y de un
espíritu que lo recibe. Lo recibe y lo lanza equilibrando el lenguaje popular y
el lenguaje culto hacia una cernidera donde el lector encontrará no sin
sorpresa las cosas que viéndolas no ha podido hallarlas tan armónicamente
imaginadas. No es precisamente el ritmo lento, dulce, triste. Es una poesía de
denuncia y optimista o una poesía optimista y de denuncia.Lo descarnado no
mutila el sentimiento de esperanza. Se asoma a la divinidad de los versos la esperanza
de hallar eco en el lector más próximo, más hermano. Su lenguaje puede desarmar
al lector, pues aparece como una banalidad la utilización de recursos y nombres
sofisticados y apoltronados de este sistema que goza con Berry White el del
amor ilimitado y con la clasificación nuestra para el 78 que nos hará enfrentar
a los checos, alemanes y austriacos. El lector, y esto no es una guía, aunque
lo sea, apresará todos estos términos en una clara sensación de complicidad con
las imágenes y verdades, para usar un vocablo más que inocente, desconocido, y
repetirá todo ese esfuerzo de Armijos por vivir en el drama y por el drama de
toda esta generación.“Celebraciones de un Trovador”, no es sino la huella del
aporte; muestra generoso de un espíritu combativo, tenaz, preocupado y
testimonio optimista al tiempo que sísmico que trova en el alucinante reino de
su cotidianeidad docente, filial, trabajadora y bohemia.
En El Comercio, Lima, viernes 14 de octubre de
1977.
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