Tabita y Tabito
es un cuento singular donde no hay personajes negativos, como sí
abundan en los cuentos infantiles clásicos. La ausencia de este recurso
facilista con el que otros escritores arman argumentos de
enfrentamientos entre buenos y malos, hace que el trabajo de J. y V. Ataucuri García sea sorprendente y avanzado.
Trata de dos hermanitos cuya separación es presentado como conflicto dentro del cuento, todos
luchan para lograr el reencuentro de este par de zapatos nacidos en una
humilde fábrica. Aquí, el amor fraternal es presentado como única
opción para ser cada día mejores, dejando de lado el egoísmo y el
desaliento en situaciones adversas: “el zapatito continuó recorriendo
las avenidas, calles y callejuelas, dispuesto a seguir solo. A
veces tenía ganas de llorar, pero la esperanza de volver a encontrarse
con su hermanita lo mantenía firme, decidido a no rendirse” (p 27). La
propuesta es interesante, podemos acceder a un mundo libre de
contradicciones antagónicas si logramos inculcar el amor fraternal y la
solidaridad requisitos indispensables para alcanzar la perfección
humana. La historia es sencilla, un par de zapatos que por accidente se
separaron. Tabito se perdió y su hermana tuvo que pasar por dos
aflicciones: ser relegada a un segundo plano y luego regalada a un
ropavejero. En la casa de ese buen señor, Tabita es guardada en un
arcón, palabra siniestra que
nos recuerda a una celda de prisión, pero sin embargo allí conoce a sus
nuevos amigos: el carrito sin ruedas, el soldado de plástico sin brazos,
la pelota desinflada y un gorro. A pesar del problema físico de cada
uno de ellos, nadie se queja y todos muestran entusiasmo por el futuro y
hasta se consideran afortunados. Así, con la simpleza de ese gesto,
ellos harán que la espera por el reencuentro con su hermano sea menos
dolorosa. Tabito, mientras tanto, deambula por las calles sufriendo los
avatares de un huérfano. Ante tanta adversidad lo único que lo sostiene
es la esperanza de encontrar a su hermana. Es así que al final el
ropavejero lo encuentra y los vuelve a unir pero esta vez para siempre.
La
estrategia narrativa empleada por los hermanos Ataucuri es limpia,
desprovista de complejidades, lo que dice mucho del profundo
conocimiento que tienen del lenguaje infantil. El lector termina
seducido por el narrador; su timbre de voz y su lógica para contar la
historia es la de un niño con la sapiencia de un adulto. Esa voz no
desentona, a través de un lenguaje elaborado con oraciones cortas y
sencillas nos acerca tiernamente al mundo representado y a sus
personajes creando un ambiente realista a pesar que la historia es
totalmente fantástica.
El
acertado valor estético del cuento depende en gran medida de la forma
como se nos ha presentado la solidaridad y la simpleza de cada uno de
los personajes. En un mundo donde se empuja al hombre hacia la
competencia deshumana, donde sólo puede sobrevivir el más agresivo, este
cuento, un himno al amor fraternal, es una piedra de diamante en medio
de una ruma de carbón donde se enseñorean, vestidos con los colores más
siniestros de la escala cromática: el egoísmo, la deslealtad y la
envidia .
La
propuesta inicial de los hermanos Ataucuri se reitera al final y le
agregan algo más, ser útil a los demás en forma desinteresada: “Así,
estos compañeros buenos y entrañables envejecieron felices en los pies
del hijo del ropavejero . Y es que Tabita y Tabito siempre lucharon por
demostrar que su felicidad se basa en el cariño mutuo y sincero que se
tienen como hermanitos inseparables” (p 45), la solidaridad y el deseo
de ser útil a los demás sin esperar nada a cambio es otra opción para
mejorar un mundo violento y lleno de intereses subalternos. Si nos
unimos y dejamos de lado esa capa de egoísmo en la cual estamos
envueltos podríamos evitar no sólo muchas decepciones sino encontrar el
verdadero sentido a nuestras vidas.
El
final feliz, tan vapuleado en estos tiempos, representa la visión
limpia e inocente del infante; incluso, tan buena es la técnica que el
lector adulto también termina atrapado y convertido en el niño de seis
años que aún lleva muy dentro de sí. Un final tan feliz y cándido que se
contrapone a lo que usualmente hacen los autores en otras obras que le
conocemos, como por ejemplo Fábulas peruanas donde denotan un profundo sentido crítico que linda con el compromiso ideológico.
Como
toda buena obra literaria que se precie, este cuento convoca a varias
lecturas posibles, pero lo provechoso es que todas ellas comprometen al
lector y lo sumergen en un mundo que aparentemente ya no le pertenece, y
sin embargo muy en el fondo nunca dejó de ser suyo.
Juan Miguel y Víctor Ataucuri García. |
ALFONSO TORRES VALDIVIA
(Escritor y Profesor de Literatura, ganador del "Premio Horacio 2013", de la Derrama Magisterial)